Vladimir Nabokov tenía claro cuál fue su inspiración para la
polémica obra Lolita. Así lo expresaba en una entrevista para Vogue en 1966:
“Yo siempre lo he llamado Lewis Carroll Carroll, porque fue el primer Humbert
Humbert, ¿habéis visto sus fotografías con niñas?”
El escritor se refería a un rumor que siempre ha circulado
en torno a la vida del autor de Alicia en el país de las maravillas: su extraña
fascinación por las menores. Una fascinación que queda ahora de manifiesto
gracias a la publicación de El hombre que amaba a las niñas, de editorial La
Felguera, en el que se analizan los retratos y la correspondencia que Lewis
Carroll mantenía con sus jóvenes modelos.
El título resume a la perfección lo que, según Servando
Rocha, responsable de la edición,
desprenden las páginas de esta obra “Lewis Carroll, de alguna forma,
amaba a Alice Liddell”. Por extensión se podría decir que también al resto de
niñas que poblaron su imaginario. Aunque sin duda Alice fue su musa particular.
Con ella mantuvo una relación que suscitó todo tipo de
comentarios y que sigue provocándolos. Es ahora, cuando se saben pequeños
pormenores de esta peculiar amistad que de alguna forma incomodó a la familia
de Alice (antiguos amigos del autor), que en una carta pidió al escritor que se
alejara de su hija. Este hecho se produjo en un periodo en el que no existe
ningún tipo de correspondencia ni texto escrito por el autor. Lo que hace
pensar, como Rocha señala en declaraciones a El Confidencial, que Carroll llegó
a pedir matrimonio a Alice cuando sólo tenía trece años. Por ello, las primeras
palabras que el autor escribe tras este lapso de tiempo siempre van acompañadas
de calificaciones como “aquellos fatales años” y en las que confiesa que “he
cometido un pecado”.
Estas cuatro fotografías (junta a otras 75 menos comprometidas) y la traducción de unas 70 cartas forman, junto al prólogo escrito por G.K. Cheserton, el contenido de este libro que el viernes se presentará en Madrid y en el que se desvelan detalles como el contenido del maletín que siempre portaba el escritor, lleno de atrezzo, juegos y disfraces para convencer a las niñas de que se dejaran fotografiar.
En estas cartas se puede ver que Carroll pedía permiso a los
padres de las niñas para que posaran desnudas para su objetivo, aunque nunca
utilizaba la palabra desnudo, sino que se refería a este hecho como que las
menores posaran “con su vestido hecho de nada”.
A pesar de las polémicas fotografías de menores desnudas,
Servando Rocha cree firmemente que estas no tienen una intención sexual, a
pesar de que sí considera ciertas poses y composiciones “extrañas” para ser
protagonizadas por niñas. El editor destaca el hecho de que Carroll mantuvo
posteriormente correspondencia con ellas (hasta que alcanzaban la madurez), y
que incluso alguna ha publicado su biografía en la que niega cualquier acto
obsceno por parte del autor.
Sin embargo, para Rocha sí que hay un factor sorprendente en
la conducta de Carroll con sus modelos: “Siempre se relacionaba con niñas
haciéndose pasar por un niño”. Sus expresiones, sus frases y comentarios
parecían realizados por un menor que se dirige a alguien de su edad. Aunque eso
sí, siempre utilizando un estilo repleto de giros, juegos de palabras y
estructuras que luego estarían muy presentes en sus novelas.
Otra de las frases más polémicas para el editor corresponde
a la respuesta de Carroll cuando se le preguntó por qué no fotografiaba también
a niños. Su respuesta fue contundente “No me gusta esa raza”.
Todas estas pinceladas que se han ido conociendo con el paso
de los años puede que sean la punta del iceberg, ya que sólo se ha filtrado el
60% del contenido de todo el material que el autor dejó a sus herederos antes
de morir. Sin embargo, Servando Rocha cree que hay poco interés por parte de
las empresas editoriales en explotar esta faceta del autor, ya que exceptuando
alguna biografía que incluye menciones no se ha publicado casi nada relacionado
con sus polémicas misivas.
A pesar de que su relación fuera puesta al límite, Lewis
Carroll nunca abandonó su fascinación por Alice Liddell. Es la única vez que el
autor ha mantenido el contacto con una de sus jóvenes musas más allá de su
infancia. Gracias a estos escritos, y a las declaraciones de la propia Alice
años después, se ha podido saber que mantuvieron correspondencia hasta pocos
años antes de la muerte de Carroll.
Ahora, El hombre que amaba a las niñas coloca a Alicia al
otro lado del objetivo para ofrecer un nuevo punto de vista a esta extraña
relación que tanto ha ofrecido al mundo de la literatura y, ahora también, al
de la fotografía.
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