5 jul 2013

Lo que Lewis Carroll ocultó de Alicia


Vladimir Nabokov tenía claro cuál fue su inspiración para la polémica obra Lolita. Así lo expresaba en una entrevista para Vogue en 1966: “Yo siempre lo he llamado Lewis Carroll Carroll, porque fue el primer Humbert Humbert, ¿habéis visto sus fotografías con niñas?”

El escritor se refería a un rumor que siempre ha circulado en torno a la vida del autor de Alicia en el país de las maravillas: su extraña fascinación por las menores. Una fascinación que queda ahora de manifiesto gracias a la publicación de El hombre que amaba a las niñas, de editorial La Felguera, en el que se analizan los retratos y la correspondencia que Lewis Carroll mantenía con sus jóvenes modelos.
El título resume a la perfección lo que, según Servando Rocha, responsable de la edición,  desprenden las páginas de esta obra “Lewis Carroll, de alguna forma, amaba a Alice Liddell”. Por extensión se podría decir que también al resto de niñas que poblaron su imaginario. Aunque sin duda Alice fue su musa particular.

Con ella mantuvo una relación que suscitó todo tipo de comentarios y que sigue provocándolos. Es ahora, cuando se saben pequeños pormenores de esta peculiar amistad que de alguna forma incomodó a la familia de Alice (antiguos amigos del autor), que en una carta pidió al escritor que se alejara de su hija. Este hecho se produjo en un periodo en el que no existe ningún tipo de correspondencia ni texto escrito por el autor. Lo que hace pensar, como Rocha señala en declaraciones a El Confidencial, que Carroll llegó a pedir matrimonio a Alice cuando sólo tenía trece años. Por ello, las primeras palabras que el autor escribe tras este lapso de tiempo siempre van acompañadas de calificaciones como “aquellos fatales años” y en las que confiesa que “he cometido un pecado”.

 
Todos estos detalles personales se han podido saber gracias al análisis de las 700 cartas y 600 fotografías que el escritor dejó a sus herederos al morir en 1898. Toda esta documentación no pudo ver la luz hasta 50 años más tarde, cuando sus biógrafos comienzan a analizarla y encuentran textos con fragmentos tachados y un misterioso sobre con una frase escrita: “Quemar antes de abrir”. En su interior, cinco fotografías artísticas de menores desnudas. La caja de los truenos se había destapado y Carroll, consciente de que su contenido no iba a ser entendido, pedía con esas letras que nadie lo descubriera.
Estas cuatro fotografías (junta a otras 75 menos comprometidas) y la traducción de unas 70 cartas forman, junto al prólogo escrito por G.K. Cheserton, el contenido de este libro que el viernes se presentará en Madrid y en el que se desvelan detalles como el contenido del maletín que siempre portaba el escritor, lleno de atrezzo, juegos y disfraces para convencer a las niñas de que se dejaran fotografiar.

En estas cartas se puede ver que Carroll pedía permiso a los padres de las niñas para que posaran desnudas para su objetivo, aunque nunca utilizaba la palabra desnudo, sino que se refería a este hecho como que las menores posaran “con su vestido hecho de nada”.
A pesar de las polémicas fotografías de menores desnudas, Servando Rocha cree firmemente que estas no tienen una intención sexual, a pesar de que sí considera ciertas poses y composiciones “extrañas” para ser protagonizadas por niñas. El editor destaca el hecho de que Carroll mantuvo posteriormente correspondencia con ellas (hasta que alcanzaban la madurez), y que incluso alguna ha publicado su biografía en la que niega cualquier acto obsceno por parte del autor.

Sin embargo, para Rocha sí que hay un factor sorprendente en la conducta de Carroll con sus modelos: “Siempre se relacionaba con niñas haciéndose pasar por un niño”. Sus expresiones, sus frases y comentarios parecían realizados por un menor que se dirige a alguien de su edad. Aunque eso sí, siempre utilizando un estilo repleto de giros, juegos de palabras y estructuras que luego estarían muy presentes en sus novelas.
Otra de las frases más polémicas para el editor corresponde a la respuesta de Carroll cuando se le preguntó por qué no fotografiaba también a niños. Su respuesta fue contundente “No me gusta esa raza”.

Todas estas pinceladas que se han ido conociendo con el paso de los años puede que sean la punta del iceberg, ya que sólo se ha filtrado el 60% del contenido de todo el material que el autor dejó a sus herederos antes de morir. Sin embargo, Servando Rocha cree que hay poco interés por parte de las empresas editoriales en explotar esta faceta del autor, ya que exceptuando alguna biografía que incluye menciones no se ha publicado casi nada relacionado con sus polémicas misivas.
A pesar de que su relación fuera puesta al límite, Lewis Carroll nunca abandonó su fascinación por Alice Liddell. Es la única vez que el autor ha mantenido el contacto con una de sus jóvenes musas más allá de su infancia. Gracias a estos escritos, y a las declaraciones de la propia Alice años después, se ha podido saber que mantuvieron correspondencia hasta pocos años antes de la muerte de Carroll.

Ahora, El hombre que amaba a las niñas coloca a Alicia al otro lado del objetivo para ofrecer un nuevo punto de vista a esta extraña relación que tanto ha ofrecido al mundo de la literatura y, ahora también, al de la fotografía.
 
‘EL HOMBRE QUE AMABA A LAS NIÑAS’ MUESTRA LAS FOTOS QUE EL AUTOR REALIZABA A MENORES
 
 
 
 
 
 
 

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